24 de marzo de 2025

Ir a la plaza

El 19 de noviembre de 2023 algo se rompió. Esa tarde, cuando supe que lo peor se había producido, me sentí muy mal por un montón de razones. Sabía de la tragedia que se nos vendría (no se podía esperar menos de alguien que, entre otras cosas, sólo puede interactuar con quienes están en descuerdo con él a través de burlas o insultos, y que es incapaz de usar metáforas que no hablen de pedofilia y de niños envaselinados), pero la mayor desazón fue que, como sociedad, hubiéramos elegido a un tipo –a un grupo de gente, en realidad– que niega los crímenes de la dictadura. Que reivindica a la dictadura y todo lo que eso conlleva.

Yo creía, iluso de mí, que los consensos sobre los cuales se cimentaba nuestra democracia eran sólidos. Habíamos juzgado a los genocidas. Más allá de todo lo que funciona mal en nuestro bendito país, esa bandera la exhibimos con orgullo: los militares fueron juzgados por tribunales civiles y enviados a pagar sus aberrantes crímenes en cárceles comunes. Sabía, por supuesto, que había quienes reivindicaban el horror, pero no creí que pudieran ganar. Podía ganar Trump, podía ganar Bolsonaro, podían ganar sujetos de esa calaña en otros lugares del mundo, pero acá no. Qué equivocado que estaba, ¿no? Hace poco alguien contaba en Twitter que la expresión “la dictadura gobernó con el apoyo de un amplio sector de la sociedad civil” había tenido que decirla o escribirla muchas veces, pero que recién ahora la entendía de una manera concreta y real. Me pasa lo mismo. Todavía no salgo del estupor de que, como sociedad, hayamos elegido esto: que esta gente nos gobierne. Algo se rompió. Hay un antes y un después. El mundo es otro. Por eso, para mí, ir hoy a la plaza es tan importante como antes, pero tiene otro significado: si antes equivalía a apoyar algo que de tan elemental parecía sólido, indudable, quizá definitivo, ahora es enfatizar que nos oponemos a la muerte, a la crueldad, a las provocaciones, a las políticas que favorecen a los más poderosos y condenan a la miseria a millones, políticas ejecutadas por los energúmenos que gobiernan y apoyadas por un montón de personas que nos rodean, como la señora que te cruzás en la verdulería o el tipo que vive en el departamento de al lado del tuyo.