Me llega un mail de mi amigo Facundo. Me parece curioso, porque nunca nos enviamos mails. Leo el mensaje en la pantalla del teléfono, en diagonal, veo que Facu me dice algo así como que estaba haciendo espacio y encontró unas fotos. Fotos, dice, “de la última noche que anduviste por Argentina”. Y me adjunta los archivos de esas fotos en un formato que el teléfono no me permite abrir. ¿De qué habla? Más allá de que hace rato que no salgo de la Argentina, la forma en que está escrito el mensaje parece aludir a la época en que yo vivía en España, de la que hace bastante más rato todavía.
Después de ver el mail, escucho un audio que el mismo Facu me envió por WhatsApp. Me explica que le acaba de suceder algo muy raro: desde la carpeta de borradores de su mail salió un mensaje que supone que había intentando mandarme y que por algún motivo no se mandó, y por cómo está redactado calcula que es de 2013, antes de un viaje que hicimos juntos en marzo de ese año, porque el mail dice que, como parte de los preparativos para ese viaje, estaba haciendo espacio en la cámara de fotos (dato que mi lectura en diagonal había pasado por alto), cámara que no usa desde hace muchos años. Presume que quizá yo ya tenga las fotos, que quizá me las haya hecho llegar de otra manera, que en cualquier caso son fotos que me va a gustar tener. Concluye: “Hace dos minutos cumplí en enviarte ese mail que no se envió hace doce años”.
Vuelvo al mail. Cuando logro abrir las fotos compruebo que, en efecto, ya las conocía. Son emotivas, porque en esa que durante un tiempo fue “la última noche que anduve por Argentina” (creo, no estoy seguro, que a comienzos de 2012), entre los amigos y amigas que me acompañaron esa noche, hay un par que ya no están entre nosotros. También está la foto de Facu y yo que ilustra este texto. Es todo tan raro que recién después de eso pienso que desde hace mucho que casi nadie manda fotos por mail: las enviamos por WhatsApp. Luego busco el mail en el buscador de Gmail y lo encuentro; es decir, lo que me llegó ahora no fue un mensaje que no se había enviado en su momento, sino una copia. Facu me lo envió el domingo 10 de febrero de 2013. Tal vez en ese momento se duplicó por error y la copia durmió en la carpeta de borradores hasta ahora, cuando por un nuevo error se envió. Tal vez hubo un solo error, ahora: el que generó un duplicado de aquel mensaje de doce años atrás. Un poco como si un empleado del correo hallara de pronto una carta perdida en un depósito y se propusiera entregarla por fin a su destinatario. O como si se abriera una cápsula del tiempo de cuyo interior pudieran emerger toda clase de ángeles y demonios. La gran mayoría de los mails que uno envía y recibe a lo largo de la vida son inocuos, o se tornan inocuos con el paso del tiempo, pero hay unos pocos que no. ¿Qué pasaría si te llegara de pronto la copia de un mail importante del pasado con fecha de ahora? Más aún, ¿qué pasaría si por error se disparara desde la carpeta de borradores de alguien un mensaje que ese alguien te escribió alguna vez y nunca te había enviado hasta hoy? Es una posibilidad inquietante.