Últimamente tengo la sensación de que todo lo que recuerdo pasó hace como veinte años.
Hace como veinte años viajaba yo en la línea A del subte, en uno de aquellos vagones de madera que ya no existen y cuyas puertas no se abrían de forma automática, sino que había que pegarles un tirón. Yo iba apoyado sobre una de esas puertas y no me di cuenta de que habíamos llegado a una estación. Alguien pegó el tirón desde afuera y abrió; me hice a un lado. El hombre que había tironeado pasó junto a mí y se fue a parar al otro lado del pasillo, a un par de metros de mí. Su cara me resultó familiar. Me quedé mirándolo, tratando de recordar o quizá de confirmar quién era. Él se dio cuenta y se me acercó: